Llegó el otoño

Ya pasó el verano, el verano más raro de los que recordamos. No hemos tenido actividades, ni bailes, ni San Roque por la calle hasta las mil, ni sensación de tiempo detenido, de que nada importa más allá que el aquí y el ahora, más allá de la limonada que nos sirve Jose en la plaza o del tostón que nos espera en casa. Ya pasó el verano y no tuvimos fiestas, aunque gente hubo, mucha, aunque las calles estuvieron llenas y las noches se hicieron cortas y aunque se vivió como en el resto del país, con esa sensación kamikaze de "ya hemos pasado lo peor, no nos puede pasar nada malo". Pero pasa, vaya que sí pasa. 

Ya estamos en otoño y han caído las primeras lluvias, comienza el runrún de los tractores, las noches son cada vez más largas y las calles están, poco a poco, recuperando la soledad habitual de estos meses. Algunos resistís, y quizá otros os quedaréis, otros nos iremos, pero volveremos, siempre volveremos a nuestro pueblito, a perdernos en los horizontes eternos de la llanura, a contemplar la serrezuela y a pasar un poco de frío mientras asamos castañas a la chimenea. Volveremos. 

Mientras tanto, Alfonso sigue limpiando su era porque si no se le llena de ratones. No hay otra era más limpia en todo el pueblo. Alfonso cumple 90 años este otoño que ahora empieza, y es, como todo lo que nos rodea en Salmoral, una joya, un testigo maravilloso de otros tiempos, de otras formas de vida, de aquellos que nos dieron vida. Alfonso es hijo de la hermana mayor de mi abuela, y solo decir esto me fascina. Pertenece a esa generación que, tristemente, perdemos en estos días, en estos meses locos de incertidumbre vírica y maligna. Son los más castigados por ese bicho que nos ha cambiado la vida. Cuidémonos para cuidarlos. Por favor. Sano y feliz otoño para todos. 

Grande, Alfonso. 





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